Segunda virtud estoica - La disciplina marcara tu destino - El poder del autocontrol
SERIE LAS 4 VIRTUDES ESTOICAS
SEGUNDA VIRTUD ESTOICA - LA TEMPLANZA
LA DISCIPLINA MARCARA TU DESTINO - EL PODER EL AUTOCONTROL
Quieres tener un gran imperio. Impera sobre ti mismo.
La libertad, como dijo Eisenhower, solo es la "oportunidad para la autodisciplina".
Debemos mantenernos bajo control o arriesgarnos a la ruina.
Definimos el coraje como la voluntad de arriesgarse por algo, por alguien o por lo que sabes que debes hacer. La autodisciplina, la virtud de la templanza, es aún más importante; la capacidad de mantener el control.
Así que la disciplina es tanto predictiva como determinista. Hace que sea más probable que tengas éxito y te asegura que, pase lo que pase, triunfes o fracases, eres grande.
La mejor manera de liderar no era por la fuerza ni por decreto, sino mediante la persuasión, el compromiso, la paciencia, el control del temperamento y, sobre todo, el ejemplo.
Mas vale ser paciente que valiente. El hombre más poderoso es el que es dueño de sí mismo.
Con disciplina, no solo todo es posible, sino también todo es mejor.
En la vida todo depende más del carácter que del talento. Y de la templanza.
La libertad exige disciplina. La disciplina nos aporta libertad. Libertad y grandeza. Tu destino está ahí.
PRIMERA PARTE - EL EXTERIOR (EL CUERPO)
Nuestro cuerpo es nuestra gloria, nuestro obstáculo y nuestra responsabilidad.
No cuidamos el cuerpo porque abusar de él sea pecado, sino porque si abusamos del templo, agraviamos nuestras posibilidades de éxito tanto como a cualquier dios. Hay que estar dispuesto a admitir que la disciplina implica perderse algunos placeres.
La disciplina no es privación, ofrece recompensas.
Sabía que sentirse cómodo era el enemigo, y que el éxito es una interminable serie de invitaciones a sentirse cómodo. Es fácil ser disciplinado cuando no tienes nada.
Su templanza era una fuerza interior que emanaba de lo más profundo de su alma.
Cuando un hombre puede controlar su vida, sus necesidades físicas y su yo interior, se eleva.
Tienes que dar lo mejor de ti mientras puedas. La vida es corta. Nunca sabes cuándo te quitarán el partido, cuándo te quitarán el cuerpo. No la desperdicies.
Los que de verdad se esfuerzan son más duros consigo mismos de lo que podría ser cualquier persona. Templanza no es una palabra muy sexy, y está lejos de ser el concepto más divertido, pero puede conducir a la grandeza.
Templanza, como una espada templada. Sencillez y humildad. Fortaleza y autocontrol en todo, excepto en nuestra determinación y dureza.
Despertarse temprano no es divertido, por supuesto. Incluso a las personas que durante toda una vida han cosechado las ventajas de madrugar les cuesta. ¿Crees que no eres una persona madrugadora? Nadie lo es. Pero al menos por la mañana somos libres.
Levántate y ponte en marcha.
Mientras estés fresco. Mientras puedas. Aprovecha esa hora antes del amanecer. Atrapa esa hora antes del tráfico. Atrápala mientras nadie te mira, mientras los demás siguen durmiendo.
Cuando te cueste levantarte, cuando te resulte duro, recuerda de dónde vienes, recuerda la tradición y recuerda lo que está en juego.
Piensa en la suerte que tienes. Alégrate de estar despierto (porque es mejor que la alternativa, a la que todos llegaremos algún día). Siente la alegría de tener la posibilidad de hacer lo que te encanta.
Valora el tiempo. Pero sobre todo utilízalo.
Por eso la autodisciplina no es rechazar el placer, sino una forma de aceptarlo. Cuidar del cuerpo, moderar los deseos, trabajar duro, hacer ejercicio y presionarse no son castigos. Solo es trabajo, cuya recompensa es el placer.
La vida extenuante, la llamaría. Una vida de acción y de actividad, pero sobre todo de ejercicio.
Estamos destinados a algo más que existir. Estamos aquí para algo más que descansar y buscar placer.
Si nuestro objetivo es la grandeza, si quieres ser miembros productivos y valientes de la sociedad, debemos cuidar nuestro cuerpo.
La vida está llena de todo tipo de dificultades y desafíos. El trabajo no siempre irá bien. ¿Pero el ejercicio? Eso podemos controlarlo. Es un espacio contenido en el que los únicos posibles obstáculos son la determinación y el compromiso que tengamos.
Debes mantenerte activo. Consigue tu victoria diaria. Trata con rigor el cuerpo, como nos dice Séneca, para que no desobedezca a la mente. Porque a medida que desarrollas músculo, también desarrollas fuerza de voluntad.
Sabía que no siempre había que prestar atención a esa vocecita interior, la voz del cansancio y la debilidad.
La única forma de parar es parar, y yo paré.
Cuando deseamos más de lo que necesitamos, nos volvemos vulnerables.
Si somos un poco duros con nosotros mismos, a los demás les costará serlo. Si somos estrictos con nosotros mismos, quitamos al resto el poder que tienen sobre nosotros.
Cuanto más es un hombre, menos quiere.
Cuando eliminas lo innecesario y lo excesivo, lo que queda eres tú. Lo que queda es lo importante.
Cuanto menos deseas, más rico eres, más libre eres y más poderoso eres. Así de simple.
Orden exterior, calma interior.
El espacio donde se hace un gran trabajo es sagrado. Debemos respetarlo. Porque una persona que se siente cómoda en un espacio de trabajo desordenado se sentirá cómoda en un trabajo descuidado.
Imagina lo que podrías hacer si tuvieras la disciplina necesaria para empezar ordenándolo todo. Si te ocuparas del orden y te lo impusieras. No lo consideres una obligación más, una preocupación más. En la práctica, te liberará.
Limpia tu escritorio. Haz la cama. Pon tus cosas en orden. Y entonces ve a por lo que quieres.
Todos los aspectos de nuestra vida se benefician de esta disciplina. Lo importante es que hagas algo todos los días.
La constancia es un superpoder. La fuerza de voluntad del día a día es increíblemente poco frecuente.
No tienes que ser siempre increíble. Tiene que estar ahí siempre. Lo que importa es estar para el siguiente turno al bate.
No puedes ser grande sin la autodisciplina para conseguirlo. Una cosa al día suma. Cada día suma.
Pero la cuestión es que solo estamos en condiciones de abordar los grandes problemas si antes hacemos bien las cosas pequeñas.
Al centrarnos en la forma y preocuparnos por las cosas pequeñas nos hacemos más fuertes.
La grandeza está en los detalles. Los detalles exigen autodisciplina. Aunque nadie se dé cuenta de ellos. O a nadie le importen.
Por pasar por alto las pequeñas cosas, por no tener disciplina, todo se perdió. Sálvate. Salva al mundo. Haz bien las pequeñas cosas.
Al final, en la guerra, como en la vida, hay que levantarse y poner en marcha.
Puedes perder batallas, pero nunca pierdas un minuto por pereza.
Esforcémonos por ser mejores y por conseguirlo. Nos damos prisa porque nos importa. Porque nos importa el partido. Porque nos importa la causa.
Darse prisa no siempre consiste en correr. Consiste en hacerlo bien. Está bien avanzar despacio. siempre que no te detengas.
Practicar durante mucho tiempo se convierte en una segunda naturaleza.
Mil días de entrenamiento para desarrollar, diez mil días de entrenamiento para pulir.
Cuando no estas practicando, perfeccionando y trabajando, alguien lo está haciendo en algún lugar, y cuando te encuentres con él, te vencerá.
Mira, no es un ejercicio. No hay grandeza sin práctica. Mucha práctica. Práctica repetitiva. Práctica agotadora, demoledora y desgarradora.
Pero lo que surge de esta práctica es lo contrario de estas tres sensaciones. Energía, Fuerza, Seguridad en ti mismo.
Te lo mereces. Sí, tu cuerpo arderá, pero esa es la prueba. De esa quemazón surge el verdadero calor, el calor que puedes aplicar a lo que haces, al trabajo y a la vida.
Hagas lo que hagas, con la práctica mejorarás.
La tranquilidad de ser consciente de que, gracias a la práctica, sabrás qué hacer cuando sea necesario. Y también el orgullo y la confianza de hacerlo.
Todos tenemos días de veinticuatro horas, tiempo más que suficiente para hacer lo que debemos.
Sin trabajo, en esta vida no llegamos a ninguna parte. Pero podemos llegar a un lugar mágico si hacemos un trabajo que ni siquiera nos parece trabajo.
Decide quién quieres ser, nos dicen los estoicos, y después haz ese trabajo.
Preocúpate de las cosas pequeñas, pero no seas superficial.
Aprender a jugar al juego de las apariencias sin que la apariencia nos distraiga o nos consuma.
El éxito nos hace blandos. También genera miedo. Nos volvemos adictos a las comodidades. Y entonces tememos perderlas.
Al buscar la incomodidad nos endurecemos, Si no vamos a vivir una existencia espartana día tras día, mejor que al menos practiquemos la dureza con la suficiente regularidad como para no temerla.
Toda autodisciplina empieza con el cuerpo, pero no sucede por arte de magia.
Nos entrenamos en el sacrificio como forma de autoconservación.
Oblígate a hacer cosas desagradables para anteponer tu alma.
Estas personas son más difíciles de vencer y de matar. También son más felices, más equilibradas y están en mejor forma.
Debemos practicar la templanza ahora, en tiempos de abundancia, porque nadie sabe lo que deparará el futuro, solo sabemos que la abundancia nuca dura.
Cuando nos implicamos, cuando estamos motivados, cuando queremos ganar, la autodisciplina a menudo consiste en madrugar y trabajar más. Pero a veces la elección más difícil, el mayor ejercicio de control, es descansar.
Para durar y ser grande hay que aprender a descansar. No solo a descansar, sino también a relajarse y divertirse.
La forma más segura de hacerte más frágil y de acortar tu carrera es ser indisciplinado con el descanso y la recuperación, presionarte demasiado, demasiado rápido, entrenar en exceso y perseguir la falsa economía del exceso de trabajo. Gestiona la carga.
Aunque la capacidad de quedarse dormido con rapidez y descansar bien no parezca una cuestión de disciplina, en buena medida lo es.
Cuando más está en juego, más motivado estás y más estresante es la situación, más disciplina requiere el sueño.
No tienes que ser la persona más consciente del mundo para ver que tomas peores decisiones cuando estás cansado, que eres menos capaz de trabajar bien con los demás y que te controlas menos tanto a ti como tus emociones.
Cuidar nuestra salud física, es una muestra de carácter y puede beneficiar mucho nuestro rendimiento.
Levantarse temprano para aprovechar esas pocas horas antes del amanecer, antes del ruido es importante.
La mejor forma de dominar la mañana es haberla dominado la noche anterior.
El sueño engendra sueño, como sabe todo el que alguna vez haya intentado enseñar a dormir un bebé. Y la disciplina engendra disciplina.
Te acuesta temprano y te levantas temprano.
Con perseverancia, vencemos.
En lugar de querer que las cosas sean fáciles, debes estar preparado para que sean difíciles.
Es importante entender que la templanza no es una vida sin placer. De hecho, una de las principales razones por las que practicamos la autodisciplina es para vivir más, o al menos, como eso no podemos controlarlo, para vivir bien el tiempo que vivamos.
Cuando hablamos de templanza y autodisciplina, nos referimos a una persona que se controla. El cuerpo es el primero paso en ese viaje.
Nadie que sea esclavo de sus impulsos o de la pereza, nadie sin fuerzas y sin un buen horario puede crear una gran vida.
La disciplina es como nos liberamos. Es la llave que abre las cadenas. Es como nos salvamos.
Elegimos el camino difícil, porque en realidad, a la larga, es la única vía.
SEGUNDA PARTE - EL DOMINIO INTERIOR (EL TEMPERAMENTO)
El verdadero autocontrol significa moderación no solo en lo que hacemos, sino también en cómo pensamos, cómo nos sentimos y cómo nos comportamos en un mundo de caos y confusión.
La disciplina no es solo resistencia y fuerza. También es encontrar la mejor forma y la más económica de hacer algo. Es el compromiso de evolucionar y mejorar para que las tareas avancen de manera más eficiente.
Cuando estas en lo más alto, la disciplina es un bien más escaso que la brillantez.
Abstenerse de expresar opiniones sobre lo que no controlamos.
Una mente débil debe entretenerse y estimularse sin cesar. Una mente fuerte puede encontrar ocupaciones, y lo que es más importante, estar quieta y vigilante en los momentos que lo exigen.
La templanza es también la capacidad de adaptarse, de salir bien para de cualquier situación y de encontrar la oportunidad de crecer y mejorar en cualquier situación.
No todos entienden la idea de que no puedes hacer todo lo que quieras, de que hay cosas no negociables, de que la otra cara del privilegio es el deber y de que el poder debe complementarse con la moderación.
Nadie dura mucho si tiene miedo al cambio, y pocos son capaces de cambiar si tienen miedo a las críticas o a cometer errores.
Debemos entender que la grandeza no es solo lo que hacemos, sino también lo que nos negamos a hacer.
No dejes que el miedo, la ansiedad o los prejuicios decidan. No dejes que tu estado de ánimo decida. Deja que tu temperamento se ocupe de eso. Más bien deja que el temperamento que te esfuerzas por tener, que sabes que te exige tu posición, haga su trabajo.
Los líderes no pueden tomar decisiones, por impulsos. Deben liderar desde un lugar más racional y controlado. Eso no implica que nunca serán tentados, que no tendrán impulsos. Lo que implica es que son lo bastante disciplinados como para no actuar en función de ellos. No hasta que los hayan puesto a prueba y los hayan analizado.
Porque la respuesta determina lo que podrás hacer, y más importante, quién serás.
Estaba demasiado ocupado para darse cuenta. Sabía que lo más importante en la vida era conseguir que lo más importante siguiera siendo lo más importante.
Todo el que no haya preparado su vida hacia un fin definido no puede organizar sus acciones individuales de manera adecuada.
Si no sabes adónde vas, decían los estoicos, ningún viento es favorable. Esto significa ante todo la disciplina de alejarse y pensar: ¿Que estoy haciendo?, Cuales son mis prioridades?, ¿Cuál es mi aportación más importante a mi trabajo, familia y el mundo?, Luego viene la disciplina de pasar por alto casi todo lo demás.
Es imposible comprometerse con nada, sin la disciplina para decir NO a todo lo superfluo.
El secreto del éxito en casi todos los ámbitos es dedicar grandes bloques de tiempo sin interrupciones.
Nadie puede conseguir lo más importante sin la disciplina para convertirlo en lo más importante.
En un mundo de distracciones, centrarse es un superpoder.
Los estoicos nos dicen que debemos aprender a concentrarnos en todo momento, como un romano, para aprovechar el pensamiento y la oportunidad que se nos presenta. No podemos desperdiciarlo, Tenemos que seleccionar nuestros pensamientos, tenemos que reducir la mirada a lo que importa y comprometernos.
La habilidad de poner toda tu mente en algo para poder entenderlo y entenderte de una manera nueva.
Si merece la pena hacerlo, merece la pena concentrarse hoy. Merece la pena centrarse ahora.
Como nos recuerda Aristóteles: "La paciencia es amarga, pero su fruto es dulce".
Hagamos lo que hagamos, además de la premura y el trabajo duro, tendremos que cultivar la disciplina de la paciencia.
Pero esta es la cuestión. Si las cosas salieran como queremos, si no exigieran incomodidad, sacrificio y paciencia, no se requeriría disciplina, y todos lo harían.
Tenemos que ser lo suficientemente valientes para seguir adelante. Para intentarlo. Para darnos una oportunidad. Entrar en la arena, aunque podamos perder. Debemos ser lo bastante fuertes para hacerlo.
Lo perfecto no es solo enemigo de lo bueno, como suele decirse, sino que es enemigo de todo lo que pueda venir después. Si te atascas, tu potencial también. Por eso terminar es un logro, un acto de disciplina monumental que debe producirse.
Haz primero las cosas difíciles.
Así como los días están hechos de mañanas, las vidas están hechas de días. Postergar en cualquier momento, de día o de noche, joven o viejo, y dejarlo para más tarde es un juego de perdedores.
No me canso de repetirlo, todo lo que puedas hacer otro día, puedes hacerlo ahora. "Montaigne".
Aplazar es creerse con privilegios. Es arrogante. Da por sentado que habrá un más tarde. Da por sentado que tendrás la disciplina necesaria para hacerlo más tarde (A pesar de no tener la disciplina ahora).
El momento de hacerlo es ahora.
El momento de empezar es ahora.
Tienes que empezar con la parte difícil, la parte que menos quieres hacer.
Perder no siempre depende de nosotros, pero ser perdedores sí. Ser derrotistas sí.
En esto consiste ser profesional, en que ganar o perder sea una oportunidad para volver a hacerlo.
La mente y el cuerpo deben encontrar la manera de trabajar juntos, con tranquilidad, moderación y sobriedad.
Por placer entendemos la ausencia de dolor en el cuerpo y de problemas en la mente. Epicuro.
No nos abstenemos del exceso porque sea un pecado. Somos autodisciplinados porque queremos evitar una existencia infernal mientras estamos vivos, un infierno creado por nosotros mismos.
No pienses solo en que te proporcionará cierto placer. Piensa en lo que te quitará.
La abstinencia y la moderación no son lo mismo, por supuesto. La primera consiste en evitar, y la otra consiste en ser responsable. Es entender cómo hacerlo bien respecto a tu cuerpo, tu genética y tu estilo de vida.
La templanza consiste en "ir hasta el punto correcto, no más".
Nadie que se haya entregado a los excesos lo pasa bien. Nadie esclavizado por sus apetitos es libre.
La disciplina no es un castigo, es una forma de evitar el castigo. Lo hacemos porque nos queremos, nos valoramos a nosotros mismos y lo que hacemos. Y consideramos, con razón, que también aumenta nuestro disfrute.
Recuerda que siempre que, por equivocados que estén, por irritante que resulte, dos no se pelean si uno no quiere. Tal y como decían los estoicos, cuando nos ofendemos, cuando nos peleamos, somos corresponsables.
Hemos elegido participar. Hemos cambiado el autocontrol por la autocomplacencia. Hemos permitido que se nos caliente la cabeza, a pesar de que sabemos que raras veces se toman buenas decisiones en caliente.
La vida, la gente hará que te veas en esa coyuntura. Puedes declinar o aceptar.
Podemos fingir que no lo vemos. Podemos no hacer caso de lo que dicen de nosotros en los correos que nos envían. No hay que asumir lo peor.
Hemos de recordar que la falta de autocontrol de una persona no justifica que nosotros hagamos lo mismo. Tampoco da una buena imagen ni es la receta para alcanzar el éxito.
Casi todo aquello de lo que nos arrepentimos, casi todos los errores, casi todos los momentos embarazosos, ya sean personales, profesionales o históricos, tienen algo en común: alguien perdió el control de sus emociones. Alguien se dejó llevar. Alguien estaba asustado o a la defensiva. Alguien no pensó más de unos pocos segundos.
Puedes enfadarte; lo importante es "no hacer nada movido por la ira".
De todos los malos hábitos que hay que dejar, la pasión es el que más cuesta. Porque aparece de golpe. Porque es un carburante muy poderoso e inflamable. Porque antes incluso de detectar que nos domina, el daño ya está hecho. Podemos tener pasión, pero nadie puede permitirse el lujo de ser esclavo de ella.
La clave es ir despacio. Pensar bien. Procurar no dejarse llevar por fuerzas que no entiendes ni controlas.
Porque nosotros tenemos el control. Nuestra formación, nuestras enseñanzas, nuestro talento, nuestro temperamento son nuestra guía. Llevan la batuta.
También es incuestionable que el lacónico estilo de los espartanos forma parte de su cultura de la disciplina. Nunca utilizaban dos palabras si bastaba con una. Nunca decían más de lo necesario; nunca hablaban más de la cuenta, nuca se excedían, nunca parloteaban ni alardeaban.
"Un experto en hablar también sabe cuándo callar".
Las personas poderosas impresionan e intimidan por su parquedad.
Es un equilibrio. Si bien necesitamos cultivar el valor para hablar y decir la verdad, también es necesario desarrollar la disciplina para saber cuándo permanecer centrados y cuándo callar (y como medir lo que decimos con la máxima templanza).
No hay que verbalizar cada pensamiento. No tienes por qué dar siempre tu opinión; sobre todo cuando no te la piden. Que haya un breve silencio no significa que tengas que llenarlo. Que todo el mundo hable no significa que debas intervenir. Puedes soportar la incomodidad. Puede utilizar el silencio a tu favor. Puedes esperar a ver qué pasa.
Puedes decidir no hablar con palabras. Y dejar que tu trabajo hable por ti.
Mas vale que te consideren tonto o simple que hacer el ridículo, que demostrar que en realidad no tienes nada que decir. Arrepiéntete de lo que no has dicho, no al revés.
Recuerda: La libertad de expresión es un derecho, no es una obligación. Dos oídos, una boca. Respetad esa proporción.
Que deseen que hables más. Que se pregunten qué piensas. Que las palabras que digas tengan más peso por que son escasas.
Puedes escuchar más que hablar. Puedes hablar solo cuando estés seguro de que no es mejor callar. Por supuesto que puedes.
Soportar la presión exige una gran disciplina mental. A veces tenemos que levantar las manos no para dar la señal de avanzar, sino para esperar.
Esperar el trabajo perfecto para tu talento rechazas el ascenso o sigues aguantando en la negociación del contrato para conseguir lo que sabes que mereces.
Cuidado con la furia del hombre paciente.
En la vida, en la guerra, en los negocios, a menudo solo tenemos un momento, una oportunidad. Nadie te dará una segunda oportunidad.
Dejar los malos hábitos, sobre todo los más codiciosos, requiere de una disciplina considerable. Pero de todas las adicciones del mundo, la más tóxica y difícil de controlar es la ambición.
La ambición no es mala, pero hay que moderarla. Como los demás elementos de la disciplina, se trata de equilibrio.
Sin el freno que impida que nos dejemos llevar, la ambición no solo nos priva de la felicidad, sino que además puede destruirnos y perjudicar a los demás.
No necesitamos logros para sentirnos bien ni para ser lo bastante buenos.
Si tienes dinero, gástalo; el problema viene cuando la gente gasta lo que no tiene para conseguir lo que no necesita a un precio que ni siquiera merece la pena.
El dinero no es ni bueno ni malo. Es una herramienta.
Si el dinero proporciona libertad e influencia, es estupendo. Si se convierte en una adicción o en un trastorno o, peor aún, en una distracción, no es tan bueno.
No importa quién seas. No importa qué hayas hecho. Nadie es tan bueno como podría ser. Nadie es perfecto. Todos podemos mejorar.
Si crees que tienes espacio para crecer, lo harás. Si crees que ya no puedes ser mejor, tienes razón. No mejorarás.
El termino japonés para esto es KAIZEN. Mejora continua. Buscar siempre algo en lo que trabajar, progresar en ello poco a poco. No darse nunca por satisfecho, querer seguir creciendo.
Los profesionales buscan la evolución.
Errar es humano, pero errar menos cada día nos acerca a lo divino.
No solo nos exigimos un nivel, sino que lo aumentamos a medida que avanzamos.
Pase lo que pase, el éxito o el fracaso, la fama o el infortunio, centrarse en el progreso nos permite mirarnos en el espejo con orgullo y no hacer caso del ruido de fondo.
Es una hermosa ironía, nunca estás satisfecho con tus progresos, pero siempre estas satisfecho, porque estas progresando.
No empeñarse en hacerlo todo uno mismo requiere disciplina. Sobre todo, cuando se sabe hacer bien muchas de esas cosas.
A menudo, la mejor manera de gestionar la carga es compartirla.
Debes ser capaz de pasar la pelota, sobre todo cuando hay alguien desmarcado y tiene mejor ángulo de tiro.
No tiene sentido intentar hacerlo todo uno mismo. Hay que delegar. Hay que buscar a otras personas que sean buenas en algo y formarlas para que te ayuden. Hay que ser lo bastante fuertes para entregar las llaves, ceder el control, desarrollar un sistema, una estructura, mayor que nosotros.
Pero todos debemos saber que vale una hora de nuestro tiempo. Debemos tener la disciplina necesaria para saber cómo emplear mejor ese tiempo e invertir los frutos que da.
No importan tu éxito o relevancia, todos tenemos tareas que se pueden automatizar. Todos tenemos tareas heredadas que se deben reasignar. Todo en la vida es un deporte de equipo.
Porque delegar no solo proporciona tiempo, sino también espacio y libertad. Nos permite informar, pensar, conectar, valorar.
El ejercicio de la disciplina significa ser disciplinado en todo, más aún en las pequeñas cosas. Como ser puntual. Pero la puntualidad es más que ser puntual. Se trata de gestionar el tiempo, el recurso más importante del planeta.
El tiempo es la forma de medir el único recurso verdaderamente no renovable que tenemos. Nadie puede fabricar más. Una vez se pierde, no se puede recuperar.
Tenemos que decidir a que decimos que, sí y a que decimos que no, porque entendemos que el tiempo es un regalo y a que lo dedicamos importa.
El estoico moderno sabe que la mejor manera de disciplinar la pasión es disciplinar el tiempo; decide lo que quieres o debes hacer durante el día y hazlo siempre en el mismo momento, a diario, así la pasión no te dará problemas.
La rutina es una herramienta esencial para la gestión del tiempo y la erradicación de las fuerzas negativas de la distracción, la dilación y la pereza.
La persona que se despierta cuando quiere, que se levanta y hace lo que le place, que se organiza el día de cualquier manera, nunca tendrá suficiente tiempo, siempre irá rezagado.
Dedica un minuto a pensar qué has hecho en el último año, el último mes, la última semana, el último día. Preguntante cuanto tiempo has desperdiciado, cuanto has sido mediocre, cuanto has dedicado a reaccionar a algo ajeno a tu control.
Has perdido oportunidades de mejorar. Has perdido oportunidades de progresar. Has faltado al respeto a otras personas (a las que hiciste esperar). Has faltado el respeto a tu causa (a la que privaste de tu presencia).
Pero el lado positivo de esta tragedia es que la vida te ha regalado una segunda oportunidad. Al menos por ahora. Porque tienes el hoy. Tienes el momento presente.
Aunque el tiempo es, en última instancia, el que dicta nuestra presencia en la tierra, nosotros decidimos a qué lo dedicamos. Siempre que seamos conscientes de él, de su valor y de la importancia de gestionarlo bien.
Ahora es el momento. Porque el presente es el único momento que tienes.
Los límites consisten en trazar las líneas a nuestro alrededor, fronteras positivas entre lo que vas a compartir y lo que no, lo que vas a aceptar y lo que no, en cómo tratas a los demás y cómo esperas que te traten, qué es responsabilidad tuya y qué no.
Es imposible conseguir que lo más importante siga siendo lo más importante si no eres capaz de decir que no o de dar un paso atrás cuando los demás te exigen demasiado.
La mayoría de quienes hacen un trabajo importante son personas de las que nunca has oído hablar, pues así lo han decidido. La mayoría de las personas felices no necesitan que sepas lo felices que son; no están pensando en ti. Todo el mundo tiene problemas, pero algunas personas deciden no desahogarse contando sus problemas a los demás. Las personas fuertes son reservadas. No pierden el control. Se guardan sus asuntos, como debe ser.
Establece tus límites. Haz que se cumplan con suavidad y firmeza al mismo tiempo. Trata a los demás con el mismo respeto con el que quieres que te traten a ti. Sé el adulto en un mundo de niños emocionales.
Si no das lo mejor de ti, ¿para qué hacer nada?
Siempre y cuando un hombre se esfuerce al máximo por hacer lo que cree que es correcto, es un éxito, sin importar el resultado.
Esto es lo bueno de dar lo mejor de ti. Te aísla, aunque sea un poco, de los resultados, así como del ego.
No es que no te importen los resultados. Es que tienes una especie de as en la manga. El éxito no se te sube a la cabeza porque sabes que eres capaz de más. Tus fracasos no te destruyen porque estás seguro de que has hecho todo cuanto estaba en tu mano.
Siempre controlas si das o no lo mejor de ti. Nadie te lo puede impedir, no tienes que acabar siendo el número uno de tu clase. Ni ganar siempre en todo. De hecho, no ganar no tiene especial relevancia.
Lo que sí importa es que lo hayas dado todo, porque todo lo que no sea eso es engañar al don que tienes.
Es suficiente con dar lo mejor de ti.
Deja el resto al marcador, a los jueces, a los dioses, al destino, a los críticos.
Una persona que compite con la cabeza, así como con el cuerpo, rara vez queda segunda.
La disciplina no solo es nuestro destino, sino también nuestra obligación.
TERCERA PARTE - LO MAGISTRAL (EL ALMA)
Dominarte mental y físicamente, estar siempre al mando, en todos los aspectos, y de algún modo encontrar algo nuevo más allá de eso, encontrar más que dar, más que sacar de ti.
Eso es lo que pasa con la disciplina; es contagiosa, como el valor.
En cuanto se deja de mejorar, se empieza a empeorar de forma gradual.
Por medio de la disciplina podemos encontrar nuestro destino; el acceso a un plano superior de conciencia, del ser y de la excelencia.
Aunque nos rijamos por el máximo nivel de exigencia y queramos que nuestro buen comportamiento sea contagioso, no podemos esperar que todos sean como nosotros. No es justo, ni posible.
Busca en los demás sus virtudes; en ti, tus vicios.
Tolerante con los demás, estricto contigo mismo.
La única persona con la que puedes ser realmente duro eres tú. Cumplir con eso exigirá de todo tu control, no porque cueste ser duro con uno mismo, sino por que cuesta mucho dejar que la gente se libre de cosas que tú jamás te permitirías.
Cuesta dejar que hagan cosas que sabes que son malas para ellos, que holgazaneen cuando ves mucho más en ellos.
Pero tienes que hacerlo. Porque su vida no la controlas tú.
Porque te agotarás si no consigues vivir y dejar vivir.
Reconóceles el mérito por intentarlo. Reconóceles el mérito por el contexto. Persona. Olvida. Ayúdalos a mejorar, si son receptivos a que les ayudes.
No todos han recibido la misma formación que tú. No todos tiene tus conocimientos. No todos poseen la fuerza de voluntad o la entrega que tienes tú. ¡Tampoco todo el mundo se apuntó a este tipo de vida!
Por eso es necesario ser tolerante, incluso generoso con la gente, cualquier otra cosa injusta. También es contraproducente.
Déjalos vivir y trabajar como les plazca. Con tu propio destino ya tienes bastante de qué preocuparte. Tratar de cambiar a los demás no es cosa tuya.
Sé un ejemplo fuerte e inspirador y date por satisfecho con eso. E incluso trata de ser empático.
Si bien la buena disciplina es contagiosa, también podemos ser lo bastante fuertes como para aceptar que somos los únicos que debemos vivir sometidos a tan estricta exigencia.
La disciplina es nuestro destino.
No hay nadie tan perfecto que pueda permitirse el lujo de pasar mucho tiempo cuestionando el valor de otras personas, criticando sus hábitos, tratando de empujarlos a alcanzar su potencial. No cuando nos queda tanto por avanzar.
Entender eso no solo debería hacer que fuéramos menos duro, sino también más comprensivos.
Es el plano más elevado; cuando nuestra disciplina se puede complementar con compasión, con bondad, con comprensión y con amor.
El viaje en el que estamos nos lleva a la realización personal. Dejamos los errores de otras personas a sus creadores, no tratamos de hacer que todos sean como nosotros.
Estamos en nuestro propio viaje y, sí, es exigente y difícil.
Pero entendemos que otros están recorriendo el suyo, dando lo mejor de sí, aprovechando al máximo lo que se les ha dicho.
No nos corresponde juzgar. Nos corresponde animarlos y aceptarlos.
Para alcanzar tu destino, necesitarás un héroe así. Pero para cumplirlo de verdad, tendrás que convertirte en ese héroe, vivir de manera que inspires a los demás para que alcancen el suyo.
Eso es lo que hacen los grandes líderes, que la gente mejore. Ayudan a que se conviertan en lo que son.
El camino que sigue un gran hombre se convierte en una guía para el mundo.
Las personas disciplinadas no reprenden. No piden nada. Se limitan a hacer su trabajo. Tampoco se avergüenzan, salvo quizá de forma sutil por sus propios actos. En su presencia, sentimos que debemos dar un paso adelante, ir más allá, porque ellos han demostrado que es posible.
Dichoso el hombre que puede hacer mejores a los demás, no solo cuando está en su compañía, sino incluso cuando está en sus pensamientos.
Ese es el poder de la disciplina. Te hace mejore y mejor aún por el efecto positivo que tiene en el mundo que te rodea.
De nosotros depende ser buenos. Hacer lo correcto. Superarnos. No podemos obligar a nadie a hacer lo mismo. Pero podemos plantar una semilla. Podemos descansar cómodamente en nuestro destino, sabiendo que al final, de forma inevitable, influirá en alguien. Porque, como el valor, la disciplina es contagiosa.
El fuego que llevamos en nuestro interior puede arder lo suficiente como para calentar a los demás. La luz que llevamos en nuestro interior puede iluminar el camino de los demás. Lo que logramos puede hacer que las cosas sean posibles para los demás.
Mesura bajo presión. Aplomo. Disciplina cuando es necesario.
Cuanto más cerca esté un hombre de una mente calmada, más cerca estará de encontrar su fuerza.
Un hombre de verdad no se deja llevar por la rabia o el pánico.
Una persona así posee fuerza, coraje y entereza, a diferencia de los enfadados que siempre se quejan.
Conservar la mesura bajo presión parece estupendo, pero es un ejercicio de autocontrol y voluntad magistral.
No hay ningún líder, ningún artista, ningún padre que haya logrado vivir toda la vida sin enfrentarse a situaciones de mucha presión, a momentos en los que parecía que todo se descontrolaba, a un momento, único en muchos casos, en el que todo dependía de lo que hicieran a continuación.
Y es ahí donde demuestran quiénes son. Es ahí donde alcanzan su destino.
Debemos entender que la templanza es más que mostrarse sereno o tranquilo en situaciones de estrés. Es más que aguantar las críticas ocasionales o reprimir algunos impulsos.
A veces es tener la entereza para no hacer lo que más quieres en el mundo.
No importa lo que soportes, importa como lo soportes.
Los grandes lo soportan con mesura, con aplomo, coraje, disciplina.
Un líder debe ser altruista, debe sacrificarse, debe afrontar las mismas privaciones que todos los demás en la organización.
Ser jefe es un trabajo. Ser líder hay que ganárselo. Alcanzas ese nivel gracias a la autodisciplina. Por momentos de sacrificio como este, cuando asumes las consecuencias o la responsabilidad en nombre de otro.
El líder llega de primero y se va de último. El líder es el que más trabaja. El líder antepone a los otros. El líder asume las consecuencias.
Todo lo demás es solo semántica y título.
Cuando más has hecho, más alto es el listón al que debes atenerte. Cuanto más tienes, más altruista debes ser.
No por las apariencias, sino porque es lo correcto. Porque, al aceptar la responsabilidad, te comprometiste.
Tenemos que demostrar, no decir; el primero en la fila del peligro, el último en la final de las recompensas. El primero en la fila del deber, el último en la fila del reconocimiento. Para liderar, hay que sangrar. En sentido figurado. A veces también de forma literal.
Por supuesto, el objetivo de la autodisciplina es ser estrictos. Ser muy exigentes con nosotros. No aceptar excusas. Esforzarnos por ser siempre mejores.
Tienes que volver a levantarte cuando fracasas, celebrar que te comportas como un ser humano, aunque sea de forma imperfecta, y abrazar la búsqueda en la que te has embarcado.
El fracaso es inevitable. Los errores son inevitables.
He comenzado a ser mi propio amigo. Tu propio amigo. No eres el enemigo. Eres la persona que da lo mejor de sí. Eres la persona que mejora cada día.
Crecemos a partir del amor y el apoyo. Ser amable con uno mismo es un acto de autodisciplina. Ser un buen amigo. No te castigues. Crece. Sé mejor. Eso es lo que hacen los amigos.
Platón decía que los mejores líderes no querían el poder. En realidad, no lo necesitaban. Porque han dominado sus apetitos y su ego, son más fuertes, más independientes, menos corruptibles, más tranquilos, más amables, se centran más en lo que importa.
Lo importante no es el título. No es el poder. No es la riqueza. No es el control. La grandeza no es lo que tienes. Es lo que eliges ser. O quien eliges seguir siendo.
Responder, devolver el golpe, eso es lo que se espera. Dominar ese comprensible instinto de supervivencia requiere disciplina. Estar por encima de todo eso es auténtico autocontrol.
Avanzar siempre es inspirador, pero a veces es necesario un hombre más grande, y otro nivel de disciplina, para mantener la dignidad cuando hay que ir en sentido contrario.
Cuando todo parece perdido, algunos se limitan a darse por vencidos; de este desmoronamiento de la voluntad surgen cosas terribles.
La persona que solo es capaz de avanzar, que nunca retrocede, que no tiene un plan de escape, que no es valiente, sino temerario, carece de autocontrol, está atrapado yendo a piñón fijo. Nunca se gana todo, nunca se gana siempre, ni en la guerra, ni en la vida, ni en los negocios. Quien no sabe desengancharse, cortar por lo sano o librarse de la situación es vulnerable. Quien no sabe perder, seguirá perdiendo, solo que de forma más dolorosa.
Paga tus deudas, asume tus errores, comunica tus intenciones. Traza un plan para lo que harás después. Ya sea un próximo proyecto, un nuevo capítulo u otro cargo.
Recordemos que las retiradas son solo temporales. Nos hacen ganar tiempo hasta que podamos pasar a la ofensiva y volver a atacar con valor para alcanzar la victoria.
La paciencia es la suma de todas nuestras virtudes, humanas.
La resistencia es definida como una virtud que hace que seamos superiores a todo lo que parece difícil de soportar.
Tú también puedes, no desesperes, no te rindas, ten fe.
Porque un día mirarás atrás desde el otro extremo de esta lucha, y te alegrarás de hacerlo dicho. Todos lo haremos.
No es el cargo el que otorgo distinción al hombre, sino el hombre el que otorga distinción al cargo.
Es mejor la persona que con disciplina aporta brillo a sus logros y no al revés.
Al final se trata de lo que hacemos, sino de cómo lo hacemos y, por ende, de quienes somos.
Con demasiada frecuencia encontramos a personas que prefieren ser excelentes en su profesión en vez de convertirse en grandes seres humanos, creyendo que deben perseguir el éxito, el arte, la fama o el poder a expensas de todo lo demás.
Él buscaba la perfección del carácter, que consiste en vivir cada día como si fuera el último.
Siempre han avanzado hace algo más grande. No compiten contra sus rivales en una carrera. Libran una batalla contra ellos mismos.
La autodisciplina nunca ha tenido que ver con el castigo ni con la privación. Se trata de llegar a ser el mejor, el mejor que eres capaz de llegar a ser.
La batalla para ser el mejor tiene menos que ver con vencer a otros y más con vencer esos impulsos, esos defectos, esos instintos egoístas que tiene todo ser humano.
Debemos ser lo bastante fuertes para amoldarnos y adaptarnos, y no acabar enfadados, amargados y haciendo que sea imposible trabajar con nosotros.
Debemos aprender a ser flexibles, a encajar los golpes, a adaptarnos al tiempo o a la realidad del momento.
Debemos cultivar la capacidad de cambio, ser flexibles y adaptarnos. De forma continua y constante. Cambiar las cosas pequeñas día a día.
El autocontrol no es una cadena perpetua. Es una forma de vivir.
La rigidez es fragilidad. La ausencia de forma es indestructible.
En cuanto creemos que nos hemos ganado el derecho a ser más laxos con nuestra disciplina es cuando más la necesitamos.
Es fácil ser modesto cuando se tiene mucho por lo que ser modesto.
El autocontrol es de esas cosas que te exigen mucho, pero no implica que vayas a conseguir más cuanto más tengas.
Las palabras no importan. Los hechos sí.
La autodisciplina es el único camino. Es la influencia moderadora contra el impulso de todo lo demás.
Las cuatro virtudes consisten en inculcar carácter, buen carácter, para que en el momento crítico surja la verdadera naturaleza de la persona. La autodisciplina no aparece de la nada, sino que hay que cultivarlas.
Ser disciplinado es algo que demuestras con la vida que llevas.
El autocontrol tiene que observarse físicamente. Tiene que encarnarse mentalmente. Tiene que ejercerse de manera magistral cuando llegue nuestro momento.
Nosotros decidimos cómo será. No solo una vez, Sino mil veces en la vida. No solo en el pasado y en el futuro, sino ahora mismo, hoy.
Ama la disciplina que conoces, y deja que te ayude.
La autodisciplina no sirve de nada sin el coraje y, por supuesto, la característica que define el coraje es la autodisciplina, es decir, armarse de valor para hacer lo que hay que hacer.
Cuando decimos que la autodisciplina nos salva, en parte nos salva de nosotros mismos. A veces nos salva de nuestra pereza o de nuestra debilidad.
La vida es para vivirla. Estamos destinados a hacer cosas.
Y puedes reemplazar el escribir libros por lo que sea que hagas. Es bueno que sea difícil. Es bueno que sea difícil. Es bueno que pueda ser desalentador. Es bueno que te rompa el corazón, que te dé una patada en el culo, que te haga perder la cabeza. Pero también puede hacerse de forma equilibrada, sostenible y, sobre todo, con templanza.
Para conquistar el mundo, uno debe conquistarse primero a sí mismo: las emociones, las acciones y los pensamientos.
Tomado del libro: La disciplina marcara tu destino
Ryan Holiday

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